Filosofía de viaje

Por qué creemos que es importante gastar lo menos posible cuando viajamos

Muchos de los que leáis nuestras historias y consejos os preguntareis “¿Qué necesidad hay de estar preocupándose siempre por gastar el mínimo posible? ¿Qué motivación tienen estos, que tienen un trabajo normal, para estar rascando hasta el último céntimo, y en ocasiones, pasando incomodidades, para viajar? ¿He ido a dar con la pareja más ‘rata’ de toda la web?”.

Aquí estamos desplazándonos sobre una grúa en Cuba. Porque era el primer ‘transporte’ que pasó. Hicimos unos 40 km; y es cierto, no era lo más cómodo, pero sí que fue entretenido.

Casi todos los gobiernos hacen campañas para fomentar el turismo, y parece haber un cierto consenso en que trae riqueza a los lugares donde se genera. La conclusión de esas líneas de pensamiento es que, si vas a hacer turismo, tienes que pensar en que vas a gastar dinero, y que eso va a beneficiar a la región.

Cada vez hay más preocupación por el turismo responsable (que ya es un paso), y la gente procura que los lugares en los que gasta el dinero en sus visitas -ya sea hospedaje, comida, o un café-, sean de propiedad de personas locales, de manera que los beneficios económicos no se vayan a la otra punta del mundo.

En este cruce nos pasamos como 6 horas esperando al camión de la tarde; también en Cuba. Lo cierto es que a lo largo de la espera, terminamos comprando pan, jugo de caña y alguna cosa más en la pequeña comunidad.

Esta idea , la del turismo responsable enfocada desde el consumo, parece resumirse en que si viajas, procures que tu dinero vaya a parar a la gente local. Por lo tanto, podría decirse que -según esta visión de un “turismo responsable”- si viajas, pero no gastas, eres un egoísta que no se preocupa por los habitantes del lugar. ¿Será cierto?

¿El que yo me gaste dinero, va a hacer de ese destino -el que sea- un lugar mejor? ¿Para quién?

Con esta pregunta intentamos abrir un debate sobre todo este tema.

El liberalismo económico relaciona directamente el bienestar de las personas y sociedades con su capacidad monetaria. Aplicando esa idea, si tú vas a visitar un pueblo, cuanto más dinero gastes en él, más contribuyes a mejorar el pueblo.

Desayunando bajo el puente de Brooklyn en Nueva York. En todos los sitios hay fruterías, aunque en Nueva York incluso éstas son caras.

Todos estamos mentalizados de que cuando vamos al monte o a la playa, al marcharnos tenemos que dejar todo como estaba. Procurar que nuestro impacto sea nulo, y que, al día siguiente, el lugar esté igual que el anterior. Llevarnos nuestra basura, no cortar las plantas, etcétera. En estos lugares no hay un medio económico susceptible de ser mejorado.

Amanece mientras esperamos al autobús en Las Coloradas (Cuba). Una pequeña comunidad al sur de la provincia de Granma; donde solamente hay dos casas con rentas para turistas, y un campamento para cubanos. Dormimos en la playa.

Sin embargo, cuando visitamos una comunidad, ese medio sí existe. Y aquí es donde lanzamos la pregunta; ¿es mejor un pueblo cuanto más dinero se gasta en él?

Un ejemplo práctico

Nosotros somos de Donosti -bueno, Ane solo de adopción-; una de esas ciudades en las que se puede decir que el turismo genera mucha riqueza. Lo que no está tan claro es si esa riqueza contribuye a mejorar la vida en la comunidad.

Nuestra experiencia es que Donosti -y por lo que leo, otros lugares populares como Barcelona, Roma, o Los Cabos-, recibe a muchísimos visitantes dispuestos a gastarse un montón de pasta en la ciudad, ya que solo van a estar allí una semana.

Los restaurantes y bares, sabedores del tema, y con todo el derecho del mundo, suben los precios, ya que todas las semanas llega gente dispuesta a pagar esos precios más altos. ‘Turismo de calidad’. 

‘Terraceo’ de supermercado en Nueva York. A día de hoy tampoco compramos nada que venga envasado, pero ese tema lo dejaremos para más adelante.

Los inversores, compran bloques de casas a precios muy por encima de lo que puede pagar el ciudadano medio, ya que los convertirán en hoteles, que siempre darán más rentabilidad. Y últimamente, los locales intentamos llevarnos las migajas del pastel; haciendo alquiler vacacional de pisos, habitaciones… o lo que podamos.

Esto dispara los precios de todo. A ninguno se nos escapa. La ciudad se vuelve prohibitiva. “Tourist go home”. El slogan suena -y lo es- súper hardcore, pero no deja de reflejar la realidad: con un turismo de alto consumo, los locales dejan de poder vivir en su propia comunidad. Dejan de trabajar en sus antiguos trabajos, para dedicarse a la hostelería, que es lo único que puede pagar cada vez más. Y un pueblo que tenía atractivo por lo pintoresco de su día a día, pasa a ser un parque temático.

Y ‘terraceo’ en Cabo San Lucas también.

Además de Donosti y Barcelona, tan sonados por el problema que supone poder pagarse la vida, hemos tenido la opción de visitar otros ejemplos radicales: San Miguel de Allende o Los Cabos en México, o Antigua en Guatemala. Todas son ciudades de pequeño tamaño, donde toda la población local ha sido desplazada a las afueras debido a los costes inmobiliarios en las zonas céntricas. Todos los inmuebles del centro son hoteles, restaurantes, bares y tiendas de recuerdos y joyería. En San Miguel hay casas, pero son todas propiedad de extranjeros. Cabo San Lucas es directamente una versión hecha de atrezzo de una ciudad californiana (cualquiera), donde todo es vacacional y repleta de lujos; mientras que los trabajadores no tienen ni agua en sus casas, ubicadas en las afueras.

Nuestra propuesta

La mayor parte de la gente estamos de acuerdo en que esto es un problema. Lo que no tiene tanto consenso es la posible solución.

Se culpa a los hoteles, a los restauradores, a los propietarios de pisos vacacionales, a un montón de gente. Nosotros creemos, que la culpa la tenemos simple y llanamente los turistas. Somos los que demandamos el servicio, y mientras lo demandemos y tengamos cómo pagarlo, éste seguirá existiendo.

Particular 5* en primera línea.

Acabar con las diferencias salariales, a nivel global, ayudaría a que no tengamos cómo pagarlo. Los daneses se ven menos desplazados por los turistas que los guatemaltecos. Conseguir la paz mundial también es un objetivo bonito, pero tampoco parece que vaya a establecerse pronto.

El otro punto en el que se puede trabajar es en dejar de demandar dichos servicios. Y es aquí donde nace nuestra filosofía turística. Es un “mira y no toques”. Si yo -como turista- voy a visitar Donosti, y duermo en casa de un couchsurfing -alojamiento gratuito, para los que no lo conozcáis-, compro todo lo que vaya a comer en una frutería local, me baño en la concha, y subo al monte Urgull, prácticamente no me he gastado un duro. Pero lo que me importa de verdad es que no he desplazado a nadie.

En Baja California Sur, por ejemplo, supimos que mucha gente se mueve en autoestop -‘raite’ en México-, porque al haber pocas carreteras es fácil encontrar quien vaya en tu dirección. Por lo que así lo hicimos nosotros también.

En este caso, concluimos, que el gastar poco y reducir nuestro impacto iban de la mano. A veces, comportarse de manera coherente no es caro; solo requiere de fuerza de voluntad, y capacidad para cambiar.

No pretendemos dar lecciones de vida con esto. Somos conscientes de que seguimos generando impacto en los sitios que visitamos. En ocasiones, nos alojamos en hoteles, y consumimos en restaurantes locales.  Ni siquiera estamos totalmente seguros de que con esto no vayamos a generar otros problemas. Sencillamente, no nos convencía nuestra forma de viajar, y decidimos probar otro camino.

Además, la mayoría de las veces terminas encontrando lugares maravillosos, que de otra forma es probable que pasaras por alto.
Y amaneciendo con mejores vistas de las que puedas encontrar en (casi) ningún hotel.

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